domingo, 24 de junio de 2012

La vida en globo


El auge de la fotografía coincidió en París con el esplendor de los globos aerostáticos. Los hermanos Godard tenían a la ciudad sin aliento, y con el cuello torcido, gracias a sus proezas aéreas y Nadar sucumbió ante esta fiebre. Se propuso llevar su cámara a los cielos, pero sus primeros intentos de foto aerostática fracasaron. Recién en la primavera de 1856 pudo sorprender al público con sus primeras vistas aéreas. El entusiasmo de Nadar se infló tanto, que se mandó a construir un globo con una hélice y 20 kilómetros de seda. Era el globo más grande del mundo y lo llamó "El Gigante", y el 4 de octubre de 1863, todo París fue a presenciar el acontecimiento que fue un fracaso. El 18 de octubre Nadar volvió a la carga, esta vez acompañado por su mujer y un grupo de amigos. El globo voló hasta Hanover, donde aterrizó tan mal, que por un pelo no murieron todos. Pero siguió intentándolo, hasta que sus esfuerzos por hacer volar a su armatoste le consumieron toda su fortuna.
El propio Julio Verne, otro amigo, lo defendió en un artículo titulado A propósito del Gigante. Y al ejército francés le interesó que fotografiara desde arriba posiciones alemanas. Uno de los protagonistas de De la Tierra a la Luna, que Verne escribió en el ’65, es Michele Ardan. Ardan podría ser el anagrama de Nadar. Es un aventurero, loco y lúcido a la vez. Un libre francés en un país muy norteamericano. Llega allí tras una guerra de secesión, cuando el Gun-Club, fabricante de cañones, decidió invertir recursos ociosos en el envío de un proyectil a la Luna. Ardan quiere viajar. Verne lo describe como un león de melena colorada. “Sin dudas, se encontraba en el cráneo y en la fisonomía de aquel personaje los signos indiscutibles de la combatividad, es decir, el valor en el peligro y la tendencia a sobrepujar los obstáculos; los de la benevolencia y los de apego a lo maravilloso”, agrega.

 

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